miércoles, 16 de mayo de 2012

Del lado Oeste de la ciudad de Caracas sale el sol y en el edificio de la Sra S., un francotirador desde el ala de un edificio, dictaminó la herida que daría muerte a Juvencio, narco y traficante de armas del 23 de Enero. Ella desde que ocurrió el evento no puede llegar después de las cuatro de la tarde ni salir caminando. Agachada y corriendo son sus maneras, las de ella y las de su familia de siete miembros.
Del lado Este de la ciudad se esconde la luna. Y pasadas unas semanas la noticia es un video hecho por alumnos de la Universidad Monte Ávila “CCS Ciudad de Despedidas”. Revuelo nacional y casi mundial para quienes dejaron su testimonio ante el lente de alguna cámara compacta de última generación comprada en Miami. Sacudida mundial porque B. Anoche en el café lo dijo: “mis amigos de Berlín, Canadá y México se enteraron de la vaina”. El francotirador que apareció luego fue el diseñador Ángel Sánchez presentando una nueva colección junto con la madre de alguna, de una, de esa; es decir, de la “joven poeta y escritora que comenzó a leer con Harry Potter y que según, nunca terminó Rayuela porque Julio es “muy denso”. Pobre de aquel que necesita del espejo del mundo para poder verse.
Al Norte de nuestro país muere Carlos Fuentes, miles de frases en contra o favor. Gustos y disgustos se cuelgan el la net mientras los titulares compiten por el mejor recuerdo en vida de éste otro pez, ya pescado por la muerte. Mi recuerdo ahora de Carlos Fuentes es la voz de la Sra Julia, respondiendo a mi duda: “bueno por aquí estuvo Vargas Llosa, y Julio Cortázar, también vino García Márquez; por ahí viene aún Cadenas, Balza, Adriano –gran amigo del Sr Raúl-. Pero ninguno como Carlos Fuentes, hombre alto y guapo, vino como en los ochenta y me acuerdo que entró y se detuvo ha preguntarme cuanto tiempo tenía trabajando aquí… es un hombre elegante y muy atento, educado, caballeroso, todo un galán”. SUMA, librería en la que dediqué más de una año y medio de mi afanoso sobre-vivir a la edad de 20 años para dejarla después porque la sub-vida de un librero nuevamente me superó.
Quizá comencé hablando de Caracas porque fue aquí donde la figuar de Carlos Fuentes –hombre- se instaló en la memoria de un espacio compartido muchos años después por mí.

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