miércoles, 29 de enero de 2020

Crisálida (2018)




A E.P.C





La diáspora sirvió para que la crisálida volviera a ser embrión. Atenuada como impronta, decidió esperar y moverse lento. No faltaron opuestos que quisieron tocarla. Acercarse también era una opción válida dentro de lo que había, que no era mucho, pero ¿cuándo la cantidad define la existencia? Crisálida sabía que es también propio de la espera aceptar al opuesto, mirarlo y tocarlo; intentar ser, re-crearse inhalando la pulsión del hábitat que siempre llamará a eso, a percibir.


La diáspora disipó pero también irradió hebras de fósiles verdes. En fibrosas longitudes, se alinearon y se confundieron muchas, se agasajaron de tener líquenes fibramentosos que junto con los ya conocidos y antiquísimos crustáceos formaron la espora de vida de la que crisálida había perdido si no todo, por lo menos la fe. Y que no fue una pérdida por lúdica o por falta de ella, al contrario, fue básicamente una pérdida tan íntima como espiritual, como muchas otras.


Líquenes y hebras al azar que sirvieron para que la huida no fuera la hecatombe, al contrario, la diáspora fue atenuada por estas fibras, que aunque poco unidas y lentísimas pudieron saber del espacio y tiempo para que sucediera si no, un horizonte solidario, sí, un belvedere desde donde se miraba o se intuía algo por lo menos tibio –señal de una buena entropía in situ-, adecuado también para que crisálida fuera una vez más “alguien”. Ese lugar nominativo que muchas veces complica al humano, pero que en este reino de diásporas y líquenes marcan el tiempo definiéndolo, y si no, ojalá.

La diáspora entonces fue la apertura figurativa a la que crisálida apostaba sin saberlo. Pero no hubo recuerdo. Crisálida aún embrión esperó, se atenuó y se volvió impronta. Ya disimulada del entorno quiso salir y mostrarse, pero no era el momento. Nuevamente jugó a confundirse hasta que llegó un viento casi lluvia que limpió y sacudió las hebras. 


Crisálida sabía que luego del agua el hongo se aviva. Musgos y bacterias flotaron por el espacio. Tuvo que esperar en la pupa para ser la forma, el figurín, la fornitura. Palabras hasta entonces desconocidas, pero las tuvo que habitar
para saberlas -ya no sola. 




Hongo supo ser azul sonido con manos quemantes que al tocarla crisálida voló.



                                           Pico Toro y León (Mérida, Venezuela 2016)



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