lunes, 20 de julio de 2015
Jack Kerouac
"No era como conducir a través de California, Texas, Arizona o Illinois, era como conducir a través del mundo por lugares donde por fin aprenderíamos a conocernos entre indios del mundo, esa raza esencial, básica de la Humanidad primitiva y doliente que se extiende a lo largo del vientre ecuatorial del planeta desde Malaya (esa larga uña de China) hasta el gran subcontinente de la India, hasta Arabia, hasta Marruecos, hasta esos mismos desiertos y selvas de México y sobre los mares hasta Polinesia, hasta el místico Siam del Manto Amarillo y así, dando vueltas y vueltas, se oye el mismo lamento junto a las destrozadas murallas de Cádiz, España, que se oye a 20mil kilómetros más allá en las profundidades de Benares, la capital del mundo. Estos individuos eran indudablemente indios y en nada se parecían a los Pedros y Panchos del estúpido saber popular americano... tenían pómulos salientes y ojos oblicuos y gestos delicados; no eran idiotas, no eran payasos; eran indios solemnes y graves, eran el origen de la humanidad, sus padres. Las olas son chinas, pero la tierra es asunto indio. Tan esenciales como rocas del desierto son ellos en el desierto de la "Historia". Y lo sabían cuando pasábamos por allí; unos americanos que se daban importancia y tenían dinero e iban a divertirse a su país, sabían quién era el padre y quién era el hijo de la antigua vida de la tierra y no hacían ningún comentario. Porque cuando llegue la destrucción al mundo de la "Historia" y el apocalipsis vuelva una vez más como tantas veces antes, ellos seguirán mirando con los mismos ojos desde las cuevas de México, desde las cuevas de Bali, donde empezó todo y donde Adán fue engañado y aprendió a conocer" ". Kerouac J. 1981, In the road. Bruguera. 1ra edición. p. 365-366.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario